miércoles, 22 de agosto de 2012

Él ya sabía que ella era una chica con los labios besados, que era demasiado loca y divertida para él, que se podía derrumbar de un momento a otro pero que en menos de una décima de segundo le daba ese puto venazo de felicidad que le cambiaba el día. Sabía que ella no le tenia miedo a la vida porque había aprendido a reírse de ella. Sabía que tenía miedo a las alturas porque más de una vez había estado a tres metros sobre el cielo y había acabado por estrellarse contra el suelo, sabía que sus sueños se habían roto mil veces y ella había dedicado las noches frescas de verano en unir los pedazos. Que nada ni nadie consiguió nunca borrarle esa sonrisa jodidamente perfecta de la cara. Sabía que su mundo empezaba en las nubes y acababa en las estrellas.
Sabía que era todo lo contrario a él, que ella era como las locuras de los sábados noche y él como las frías tardes de domingo, que ella ni si quiera se preocupaba de su presente y el vivía planeando su futuro y recordando su pasado, él era el sur y ella hacía mucho que había perdido el norte, y aunque lo sabía, allí estaba él, mirándola como un idiota, enamorado de ella hasta las trancas.

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